Cuando tenía 12 años, Cristian Toconás empezó a experimentar unos extraños quebrantos de salud, su boca sangraba cuando jugaba, cuando estudiaba e incluso cuando se tomaba un vaso de agua… ¡su vida corría peligro!
Hoy Cristian tiene 22 años y quiso aprovechar que durante el pasado fin de semana se llevó a cabo la conmemoración de la lucha mundial contra el cáncer para compartir con otras personas su experiencia de vida, para alentar a otros pacientes oncológicos a que conserven la esperanza y sigan constantes peleando por sus sueños.
La pesadilla del cáncer
Al principio de sus dolencias, sus papás le insistían en ir al médico, pero él se negaba porque nunca fue muy amigo de las clínicas. “Fui empeorando y al cabo de tres meses andaba pálido y no podía probar comida, entonces mi mamá me llevó a un hospital de primer nivel en Toribío (Cauca), donde vivíamos. Ahí me tomaron exámenes, pero no daban con lo que tenía; de ahí me mandaron a Popayán y estuve hospitalizado por tres días, pero como no daban con lo que tenía me trasladaron a la Clínica Imbanaco, en Cali”, recuerda Cristian, quien solo en ese momento pudo ser diagnosticado con la terrible leucemia mieloide aguda.
Para combatir el cáncer que corría por su sangre y destruía sus células inmunes, los médicos sometieron rápidamente a Cristian a quimioterapia, radioterapia y otro coctel de medicamentos. Cristian recuerda que al principio no le prestaba mucha atención a lo que le pasaba, pero sus papás hacían grandes sacrificios para llevarlo hasta la capital del Valle del Cauca.
“Ellos lloraban al verme en una cama”, dijo. Pero Dios le dio una segunda oportunidad el día que los médicos confirmaron que uno de sus hermanos era compatible para un transplante de médula ósea, la única opción para acabar de una vez por todas con su cáncer.
“Esa etapa fue muy dura, me sacaron toda la sangre para limpiarla y después de la operación tuve que permanecer encerrado todo un año.En ese momento me recibieron en la fundación La Divina Providencia y solo tenía contacto con mi mamá y ella me preparaba comida deliciosa. El amor de mis padres me tiene vivo aquí”, agregó.
Un chef apasionado
Gracias a esta segunda oportunidad que le dio la vida, este joven guerrero está concentrado en sacar adelante su carrera de Gastronomía y su trabajo como chef, una labor que le apasiona, a tal punto que desea ser uno de los mejores del país.
“Yo empecé a estudiar Gastronomía fue por la pandemia, porque en ese momento con mi familia nos reuníamos y cocinábamos. Ahí empezó ese amor mío por la culinaria”, concluyó este muchacho soñador.
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