Llega el amanecer y don José Gregorio, muy enruanado y con el barullo de sus seis perros rumiando, sale de su Renault 4 dispuesto a iniciar un nuevo día, a sus 76 años. María Antonia, su esposa, también abre sus ojos: está sentada, tiene 51 años, y para aliviar el cansancio de la espalda, se baja del ‘pichirilo’ rojo con su marido a mirar qué hay de comer.
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El peso de 5 meses viviendo en su carrito destaca en sus ojos cansados y en sus pies hinchados del frío. Los han acompañado sus 6 perritos Yuki, Ángel, Campana, Kira, Elena y Dumet que ladran a los desconocidos y los calientan en la noche.
Esta humilde familia encarna el drama de miles de colombianos que tuvieron que migrar desde el campo a la agreste ciudad en busca de oportunidades. Pero hoy como cada mañana desde octubre del año pasado, salen con paso lento a las iglesias de San Cristóbal a ver si les dan un bocado de desayuno, claro, en caso que no haya quedado nada de las donaciones del día anterior. O quizá, la vecina del frente que tanto les ayuda les brinde un desayunito.
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Mientras caminan, con algo de dificultad, loma abajo, cuentan a Q’HUBO la historia de su vida, de cómo pasaron del campo a la ciudad, de la ciudad al campo y del campo a su Renault 4. Sus ojos brillantes siguen llenos de sueños, llenos de esperanza de que volverán a tener una camita y un techo donde descansar.
Un vida dura
En 1996 don José conoció a su compañera de vida María Antonia en un viaje. “Nos encontramos en una flota en un viaje y desde entonces hemos estado en las buenas y en las malas, no más mírenos viviendo en este carro”, cuenta doña María. Sus miradas se pierden en medio de los recuerdos de cómo acabaron viviendo allí.
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Don José es oriundo de Fosca (Cundinamarca), ha atravesado diversos oficios hasta que en los últimos años abrió un negocito que, como dice él, le dio de comer hasta que quebró por la pandemia.
Aunque él insiste en que “más que la pandemia, fue la cuarentena. Yo tenía un negocito automotriz en Funza, pero por esto que nadie salía, nos tocó cerrarlo y esperar a que pasara. Pero nos endeudamos con el arriendo del apartamento en el que vivíamos en Aguas Claras y nos tocó vender el negocio y de ahí lo único que se nos ocurrió fue irnos al campo a cuidar pollitos y marranos”, narró ayer don José Gregorio mientras sus seis perritos ladran en el carro.
Los últimos pesitos que tenía esta pareja los invirtieron en una finca del Espinal, Tolima, pensando en que allí transcurriría su futuro. “Nos la vendieron como un paraíso pero no mencionaron los peligros que habían por una quebrada que luego se desbocó y nos dejó en la ruina. Nos tocó volver a Bogotá, pero sin nada, solo con el carro”, añadió el señor.
La pareja tiene tres hijas. Tienen 16, 15 y 13 años. “Gracias a Dios la abuelita de la cuñada nos las recibió, pero están arrimadas en un colchón que nos regaló en la iglesia. Aunque pronto tendrán que salir de allá porque no hay espacio y la señora tiene 86 años”.
“Estamos a la mano de Dios, en cuanto a comida las iglesias nos han ayudado mucho, a nosotros y a los perritos, lo mismo que la vecina del frente y la gente que tiene buen corazón. Pero el frío nos tiene los pies hinchados, mi esposa tiene dolores en el pecho y los riñones porque vivir ahí con las 6 mascotas ha sido muy duro”, añadió don José.
Llega el anochecer y José y María Antonia bajan la cobija de tigre azul con negro que tienen amarrada en el techo del Renault. Se ponen todo lo que tengan encima, entran al carrito, meten a los seis perritos y sentados tratan de dormir plácidamente hasta otra alborada.
Para María Antonia y José Gregorio su carrito es su vida y su futuro
Antes de obtenerlo, este Renault 4 se iba a chatarrizar pero don José fue terco y lo compró. Lastimosamente, el carro ‘sacó la mano’ y ya no pueden transitarlo para reciclar como lo hacían hace unas semanas.
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La familia agradece cualquier ayuda, por más mínima que sea, para poder comer o pagar los servicios de donde viven sus hijas.
La gente de buen corazón puede consignar al siguiente Nequi: 3044048992. Lo último que dijo doña María Antonia fue “no hay que desfallecer, yo sé que Dios nos va a sacar adelante”.
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