Dicen que ‘lo barato sale caro’. Tal refrán, en nuestra vida cotidiana, sí que tiene sentido. En ese orden de ideas vale decir que la experiencia, que es la mejor maestra, es la que más caro nos cobra. A decir verdad, casi siempre es justo el precio que debemos pagarle a ‘ella’ por ‘ponernos los pies sobre la Tierra’.
De alguna forma, eso es lo que nos recuerdan nuestros viejos. Y aunque la sabiduría que ellos despliegan es demasiado valiosa, también pienso que es importante saber que tenemos derecho a lanzarnos y luchar por nuestros ideales.
¿A qué viene todo esto?
A que es fundamental atreverse a hacer algo diferente, así nos cueste un poco más. Bien dicen por ahí que los analfabetos de nuestros tiempos no son aquellos que no saben leer o escribir, sino aquellos que no pueden “aprender, desaprender y reaprender”.
No estoy hablando de manera precisa del ‘shock’ que nos generan los avances tecnológicos. Me estoy refiriendo a la necesidad de emprender proyectos, de perseverar y de levantarse cuando tropecemos en estos propósitos.
Usted, yo y todos, en general, debemos defender las cosas que queremos hacer, sin olvidar lo que nuestros abuelos nos han enseñado. Insisto en recalcar que el arte de hacer lo que uno quiere no implica desconocer la experiencia de los que son sabios. No obstante, siempre estamos abiertos al aprendizaje y, por ende, tenemos derecho a equivocarnos.
También es clave recomponer el camino, desechando tantas ‘taras’ que hemos venido alimentando a través de los años. Yo sé que aprender sirve, pero tenemos la posibilidad de desaprender para reedificarnos.
Creo que cada quien puede plantearse sus ideales y también le corresponde la tarea de lanzarse a conquistarlos; eso sí, ateniendo las debidas precauciones.
Un consejo para estos tiempos puede ser identificar qué de lo aprendido no tiene utilidad hoy.
Lo anterior implica reconocer nuestro entorno y estar dispuestos a hacer algunos cambios.
También en esta parte es clave recordar las situaciones que nos han dejado aprendizajes. Se debe hacer una lista de las moralejas aprendidas; de las cosas que debemos olvidar y aquellas que debemos conservar.
Tenga presente estas cosas con su vida actual: mire qué de lo que ha hecho le sirve de verdad, qué debe dejar atrás y, sobre todo, reinvéntese a partir de los elementos que hoy posee.
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