Un joven de apenas 19 años, en Estados Unidos, ingresó a un centro hospitalario para tratar un malestar que pasó de la indigestión a la pérdida de dos extremidades.

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En este centro de atención médica, después de una serie de exámenes para encontrar qué le estaba generando insuficiencia multiorgánica, erupción cutánea y un ‘shock’ séptico, el joven se enteró que su grave estado se debía a lo que comió: un pollo trasnochado que le habían dejado en la nevera.

Ese alimento le creó una infección bacteriana muy agresiva, que le generó coagulación de la sangre, además de una falla en sus riñones y en sus extremidades.

“El joven fue ingresado a la Unidad de Cuidados Intensivos por vómitos biliosos o de color rojo-marrón. Dolor abdominal y los vómitos fueron seguidos por la aparición de escalofríos, debilidad generalizada, dolor torácico, disnea, cefalea, rigidez de cuello y visión borrosa”.

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El hombre de 19 de años por fortuna no perdió la vida, pero lamentablemente tuvo que someterse a la amputación de algunos dedos de una mano, además de sus dos piernas, hasta la altura de la rodilla.

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Su amigo y compañero de vivienda, quien también había consumido de ese mismo pollo, solo presentó malestares y vómito, consecuencias totalmente diferentes a tener que perder las extremidades inferiores.

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