Ayer el pintor y escultor de 91 años partió de este mundo.
Víctima de una neumonía que lo atacó desde la semana pasada y que terminó por agotar su organismo, hace 24 horas el maestro Fernando Botero partió de este mundo acompañado por su hija, Lina, y una de sus nietas en su casa de Montecarlo, en el principado de Mónaco.
Su sorpresiva partida fue tranquila, según reveló su hija en entrevista con W Radio, quien detalló que hasta los últimos días el maestro siguió haciendo bocetos de pinturas de su obra, las mal llamadas ‘Gordas de Botero’, la cual lo puso en la élite de las artes plásticas como el más grande pintor y escultor del país y uno de los artistas vivos más grandes de la historia universal.
Su obra fue admirada por muchos y criticada por otros, algo que jamás impacientó al artista paisa, quien se mostraba tolerante a sus detractores; lo cierto es que logró crear un sello inconfundible con sus obras que, en realidad, se basaban en una exageración del volumen, pero en las cuales siempre logró plasmar lo que le interesaba, las realidades de Latinoamérica, de Colombia y de su vida. A todos los rincones del mundo llegaron sus colecciones, que lo convirtieron en el artista vivo más importante. Es una partida que nos duele.
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Infancia de vicisitudes
La niñez de Fernando Botero Angulo tuvo varios altibajos. Nació el 19 de abril de 1932 en Medellín, siendo el segundo hijo de David, un vendedor que murió de un ataque al corazón cuando él apenas tenía 4 años; y Flora, quien se dedicó a la costura para sacarlos adelante a él y a sus hermanos: Juan David y Rodrigo. Botero estuvo en la escuela de tauromaquia de La Macarena (Medellín, 1944); pero pronto se alejó por un ataque de los toros que inspiró su primera pintura, la acuarela ‘Un torero’. Con solo 15 años le vendió una pintura a un vecino y a los 19 años, con el apoyo de su mamá, se fue a Bogotá para volverse un artista plástico, fue así como ganó el Premio Nacional de Pintura (1952) y con el dinero se fue a Europa.
El arte de conquistar
En 1955 se casó con la ministra de Cultura, Gloria Zea (foto), matrimonio del cual nacieron Fernando, Lina y Juan Carlos, quien nació en el año en que se divorciaron, 1960. Cuatro años después se volvió a casar, pero con Cecilia Zambrano, con quien tuvo a su cuarto hijo, Pedrito (1970), el cual murió cuatro años después en un accidente de tránsito en España, una pérdida que no superó la pareja y se separaron. El último gran amor del artista sería la escultora y pintora griega Sofía Vari, con quien se casó en 1978.
A los ojos de los artistas
Gabo me cae pesadísimo”, dijo Botero en una entrevista sobre el Premio Nóbel. El pintor paisa veía con malos ojos las inclinaciones comunistas del cataqueño; pero eso no impidió que trabajaran juntos en el cuento ‘La siesta del martes’, el Nóbel fue elogioso: “se nota en la frescura de la línea casi ingenua e infantil, pero que sorprende y desconcierta por la madurez de la concepción”. Ayer, David Manzur se refirió a la obra de su amigo: “A Fernando no le gustaba nada que le dijeran que pintaba gordas, en realidad como artista se trataba de una expresión sobre la proporción normal a una proporción irreal que agrandaran las formas con un sentido casi heroico”.
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De cara a la muerte
En enero de 2016 Botero, que odiaba la fama, dio una proclama de lo que para él era importante en realidad. “No quiero que me recuerden, en absoluto, quiero seguir vivo toda la vida”. La obra de Botero fue una oposición a la muerte, una melancolía llena de color. La muerte de su hijo, a quien intentó salvar a costa de perder su dedo, inspiró una colección. Su madre, quien murió en 1972, también quedó inmortalizada en una obra a las costureras. El pasado 5 de mayo Sofía Vari, con quien vivió 45 años, murió de cáncer. Por lo que la partida del maestro Botero se siente como una pena de amor.
Inmortalizado en sus obras
‘Boterismo’, este es el estilo creado por el desaparecidoartista antioqueño, quien estuvo en varias academias de arte, pero nunca llegó a graduarse; él mismo se calificó un autodidacta. “Mi aprendizaje lo hice leyendo, mirando museos y, sobre todo, pintando”, y se inspiró en el renacentista Piero della Francesca, quien usaba colores vivos, formas geométricas y trazos profundos. En 1956 Botero dibujó su primer boceto de volumen, una mandolina.
Entre los 16 y los 24 años, las pinturas de Botero tenían trazos firmes y color, pero sin formas exageradas, los cuales daban una sensación de profundidad y movimiento.
En 1979 su obra fue llevada al museo Hirshhorn (Nueva York), en donde se destacaron obras como ‘Mona Lisa a los 12 años’, y otras inspiradas en grandes maestros.
La colección ‘Los músicos’ es considerada una de las más importantes entre los artistas por su impacto cultural y costumbrista.
En su niñez, Medellín tenía una cultura muy ligada a los toros, alguna vez dijo que las primeras obras que estudió fueron de toreros y plazas.
Su obra también tuvo una carga política, ‘La muerte de Pablo Escobar’ (1999), hizo parte de una colección de protesta contra la violencia en el país.
Aproximadamente 180 de las pinturas y 20 esculturas de Botero son protagonizadas por mujeres, que
además eran sensuales y con expresiones vivas.
‘Gran pájaro’ es una de las tantas esculturas que Botero dejó alrededor del mundo. Esta tiene dos versiones en Singapur (foto) y en Medellín.
La obra más avaluada de Botero es ‘Hombre a caballo’, por $4,3 millones de dólares ($16.892 millones).
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