Llorar es un desahogo. Y es que cuando alguien siente ganas de hacerlo es porque, sin lugar a dudas, tiene un pedazo de su corazón quebrado.
Las lágrimas se esparcen sobre nuestras mejillas cuando tenemos alguna emoción fuerte o cuando una dolencia nos constriñe.
También lloramos porque el alma está afligida y, de una manera súbita, nos vemos obligados a expresar el dolor que llevamos por dentro.
Así las cosas, el llanto se convierte en la voz sublime del espíritu y ella expresa varias emociones: tristeza, desesperación, ira, orgullo, éxtasis y felicidad, por citar solo algunas.
Llorar también es un indicio de algo que no está bien; es como una señal de que es necesario hacerle frente a algo que está pasando con nuestra vida. Porque las lágrimas suelen llevar impresos los ecos de las frustraciones o los de muchas de nuestras culpas o carencias.
Sea como sea, de manera científica, los expertos aseguran que llorar es una excelente terapia para eliminar todo tipo de toxinas, esas que se van acumulando en el organismo a causa del estrés, de las angustias o de las mismas enfermedades.
No podemos negar que, luego del llanto, tal y como ocurre cuando pasa una fuerte tormenta, aparece la calma, que no es otra cosa que una sensación de alivio que libera la presión retenida.
Yo considero que el llanto es un lenguaje y un refugio. En mi caso, es un encuentro conmigo mismo, en el que hablo a mi estilo para dejar salir toda la amargura que puedo llevar por dentro.
Con este tema, no pretendo hacerle una apología a la tristeza, ni tampoco lanzarlo al rol de la víctima. No obstante, sí pretendo invitarlo a comprender el verdadero significado del saber expresar nuestros sentimientos, sin temor a que alguien nos vea llorar.
Llore cuando sienta que necesita hacerlo, no solo porque le puede aliviar cualquier pena, sino porque esto hará que se le desenrede ese nudo en la garganta.
Lo que no me gusta de llorar es que, a veces, es una herramienta para manipular.
Si se tiene en cuenta que cuando lloramos, indirectamente estamos enviando el mensaje de que queremos ser socorridos, sé que algunos han utilizado este proceso como una estrategia para engañar o, incluso, para despertar lástima.
Por eso, permítame reiterarle que no se trata de abandonarse a la pena en un mar de lágrimas, porque hasta las mismas aguas del océano tienen su nivel.
Con el llanto puede expresar los mensajes que usted mismo se quiere dar, puede apreciar su mirada interior y entender el sentido que cada lágrima encierra.
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