Algunas personas tienen la costumbre de estar pensando todo el tiempo en lo que les angustia.
Sus problemas hasta les quitan el sueño.
¡Eso es lamentable!
Deberían tener en cuenta que ‘pasar la noche en vela’, en lugar de ayudarles a resolver sus situaciones, afecta de manera considerable a la salud.
Desde que se levantan hasta que se acuestan se la pasan atiborrados con la ‘montaña de problemas’ que padecen.
¿Por qué se afanan tanto?
Lo pregunto porque está comprobado que de cada cuatro situaciones que le quitan el sueño a la gente, tres de ellas sencillamente no suceden.
Ese dato es clave, sobre todo si se analiza que las preocupaciones innecesarias los debilitan físicamente y los desgastan emocionalmente, haciéndoles perder horas preciosas que podrían utilizar en mejorar sus calidades de vida.
Y si se arruinan la noche preocupándose por todo amanecen más agobiados,
incluso con mayor agotamiento físico y mental.
Señores lectores: ¿les pasa esto con frecuencia?
¡Mucho cuidado!
Si no aprenden a darles un manejo adecuado a sus problemas, terminarán somatizando esas angustias en estrés, jaquecas, dolores musculares, úlceras, gastritis, depresiones y hasta infartos.
Permítanme evocarles algo que me enseñó un profesor, cada vez que me veía a mí y a mis compañeros cabizbajos y llenos de preocupaciones.
Él nos decía:
“Por el camino se arreglan las cargas”. Él docente añadía que peor que estresarse por los problemas, es caer en el ‘efecto licuadora’.
¿A qué se refería?
A que a veces revolvemos nuestros problemas con la cotidianidad y dejamos de vivir por culpa de un batido de angustias desabridas.
¿Qué hacer entonces?
Basta con tener voluntad y la disciplina suficiente para comprender y convencerse de que, sea cual sea la situación que los inquieta, son ustedes quienes deben estar por encima de las circunstancias y no las circunstancias las que deben dominarlos.
Con esto no les estoy diciendo que les saquen el quite a sus asuntos. Una cosa es angustiarse por nimiedades y otra muy distinta es ser responsable.
Las personas no deben sentirse perturbadas, solo deben dedicarse a asumir con serenidad e inteligencia para emprender acciones concretas y prácticas.
¡No se ahoguen en un vaso con agua!
Determinen cuál de todas las situaciones que le atormentan exige una solución inmediata o urgente.
Ya es hora de detener el tren de pensamientos.
Tranquilicen sus vidas y accedan a un estado de calma.
Organicen mejor sus cosas, concéntrense en lo que sea prioritario sin dejar de vivir; pues si lo hacen, cuando llegue la hora de volver a pensar en el problema estarán más tranquilos y, lo mejor, tendrán más claridad mental para buscar soluciones a todo eso que les inquieta.
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