A sus 19 años, Andrés Leonardo Achipiz, alias ‘Pescadito’, ya era considerado el asesino serial más joven del país, pues en 2013 fue capturado y enviado a la cárcel a pagar una pena de 8 años.
En ese momento había cometido 35 crímenes y, tras conocerse su prontuario, confesó ante las cámaras que esperaba cambiar su vida, pero no fue así. Hoy, nueve años después, vuelve a estar tras las rejas por el mismo delito, solo que esta vez le pesan en la conciencia la vida de 66 personas.
Andrés comenzó su carrera como sicario desde que era un niño; cambió los carritos de juguete por cuchillos y los superhéroes por armas de fuego. Sus amigos, contrario a los niños de su edad, eran pelados jóvenes que ya hacían parte de peligrosas bandas delincuenciales.
Dicen que cuando tenía 5 años ya le habían enseñado a robar, en especial billeteras a transeúntes en la localidad de Kennedy, mientras sus papás se dedicaban a la venta informal en las calles del barrio Britalia.
Tuvo una infancia difícil, tal como él lo contó en una oportunidad, cuando tenía 19 años. Dijo que su padre, cuando él era un niño, le decía que era un “estorbo”, hecho que sembró en él un odio y rencor desmedido por la sociedad.
A sus cortos 11 años cometió el primer homicidio. Según confesó, le quitó la vida a un sujeto que le robó su celular en una tienda. “Yo estaba comprando lo del almuerzo, me había mandado mi mamá, y ese man me amenazó con un cuchillo y me quitó el celular”, relató.
Cuando cumplió 15 años su ‘regalo’ fue su primera captura, pues cayó por haber asesinado a una persona en medio de un hurto. “Yo esa vez no salí a matar, iba era a robar, y en medio de eso se me fue un disparo y maté a esa persona”, dijo con total tranquilidad ‘Pescadito’ en 2013.
Aunque en esa oportunidad no pasó mucho tiempo detenido, pues logró escapar de la correccional en un motín que se armó y cuatro años después volvió a ser capturado, esta vez se le atribuían oficialmente 15 homicidios. Sin embargo, él confesó que había asesinado a cerca de 35 personas.
Corría el año 2013 cuando le dio la cara al país en una entrevista. Tenía 19 años y mostró arrepentimiento por la vida que llevaba. Incluso, confesó que el daño que le hacía a otras personas era porque de niño había sufrido mucho, no solo de maltratos físicos por parte de su padre, sino también psicológicos que lo llevaron a “rebuscarse la plata” asesinando gente.
En ese momento, ‘Pescadito’ confesó que le pagaban desde $400 mil hasta $4 millones por asesinato.
El 16 de diciembre de 2020 quedó en libertad y contrario a lo que anhelaba en 2013 para su vida y la de su hijo -quien en ese entonces tenía 3 años-, siguió delinquiendo, a tal punto que entre 2020 y 2022 cometió 31 homicidios.
Tras pasar 7 años en una cárcel de Bogotá, Achipiz recobró la libertad y automáticamente se convirtió en el líder de la peligrosa red delincuencial ‘Los Camilo II’.
“Esta persona, después de la captura de alias ‘Camilo’, se convirtió en el principal de la organización y coge el poder, asume el rol de cabecilla”, manifestó un agente de inteligencia.
Así cayó…
El pasado jueves 22 de diciembre, Achipiz se encontraba en compañía de una de sus amantes en el parqueadero de un centro comercial de la localidad de Kennedy recibiendo una maleta repleta de cocaína. Al salir de este establecimiento, a pocas cuadras, fue capturado por agentes de la Sijín.
“Hubo infiltración de nuestros policías, de nuestras mujeres policías y gracias a ese trabajo logramos la ubicación y la detención en un sitio específico de la ciudad”, dijo ayer un agente.
Hoy nuevamente está tras las rejas para que responda por los delitos de homicidio, concierto para delinquir, tráfico, fabricación o porte de estupefacientes, fabricación, tráfico, porte o tenencia de armas de fuego.
La peligrosa red ‘Los Camilo II’:
‘Los Camilo II’ facturaban un promedio de $800 millones al mes, producto de la venta de estupefacientes y los homicidios que cometían. Según la inteligencia, esta banda se encontraba en guerra con el sanguinario ‘Tren de Aragua’, pues se estaban disputando el control de microtráfico en Bosa y Kennedy.
Además, en el último año se había apropiado de un colegio abandonado en Ciudad Bolívar, el cual utilizaba como ‘pagadiario’ para sus clientes consumidores. Según la investigación, los salones fueron convertidos en habitaciones de consumo y tenía a jíbaros cuidando las 24 horas este lugar.
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