Los jueves hacia la medianoche en el barrio Santa Fe, en pleno centro de la capital, la llamada Zona de Tolerancia se encuentra en uno de sus picos de rumba. De allí emergen transeúntes y visitantes frecuentes de bares y prostíbulos, donde pululan mujeres ligeras de ropa.
De puertas para adentro la fiesta es continua y el exceso de sustancias está a la orden del día. El humo de los puestos de comida se confunde con el de las pipas y cigarrillos. Mientras algunos disfrutan, en la calle la cosa es a otro precio: las fronteras invisibles de las mafias del sector libran peleas a muerte por el mercado negro de la zona.
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Todo apunta a que es esa la razón de la balacera que se presentó en la Calle 23A con Carrera 18, que dejó a un hombre muerto y otro herido.
Los hechos
Según las primeras versiones, los dos hombres que fueron blanco del ataque sicarial se encontraban departiendo en vía pública, cuando dos hombres a bordo de una motocicleta abrieron fuego indiscriminadamente.
De acuerdo con los testigos, fueron más de seis tiros los que se escucharon entre la alta música del sector a las cero horas del jueves.
El ataque sicarial le quitó la vida a Ómar Casas Morea, de 50 años. La persona herida responde al nombre de Freddy Armando, quien fue baleado en el abdomen y se le prestó atención urgente en el Centro de Atención Médica Inmediata (Cami) del barrio Samper Mendoza (en Los Mártires), donde se recupera de la grave herida que recibió.
De los sicarios no se tiene rastro alguno. Tras lograr su cometido, se escabulleron por entre las calles del barrio, según testigos, hacia el Cementerio Central. Las cámaras de seguridad de la cuadra donde sucedió el ataque son la clave con la que cuentan las autoridades para esclarecer este hecho.
Tras el crimen, una romería de testigos y ciudadanos corría en distintas direcciones, presos de la confusión y el caos desatados por el ruido de los disparos.
El gentío se aglomeró al rededor del teatro de sangre, tratando de brindarles los primeros auxilios a los heridos, mientras llegaban las autoridades y los vehículos de emergencia.
Cosa de todos los días…
En diálogo con Q’HUBO, vecinos de cuadras aledañas al hecho denunciaron que son cada vez más constantes los hechos que terminan en muertes en este barrio.
“Acá se escuchan disparos muy a menudo, esto es muy duro. Ya la gente no sale después de cierta hora y, como el barrio ya no es de nosotros sino de los jíbaros y toda la gente que les compra y distribuye droga, nos la pasamos encerrados”, nos contó un vecino bastante cauteloso, mientras nos atendía desde la puerta de su casa.
“Por acá reina la ley del silencio, ni la autoridad se entera de lo que pasa por estas calles”, sentenció un habitante del barrio mientras cerraba la puerta de su hogar.
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