Hace poco leí una bella frase que decía lo siguiente: “Hay gente que con un abrazo nos reinicia”.
¡Nada más cierto que eso! Lo que yo denomino como el ‘arte de abrazar’ es la estrategia más revitalizadora que pueda existir. Quienes aprenden a dominar esta técnica reconfortadora tienen un sutil poder para consolar y abrigar.
Incluso son capaces de desarmar hasta a los más necios, duros y mezquinos. Y lo logran porque con ese cálido gesto, esas personas nos alivian un poco la carga que llevamos a diario.
¡Porque ese calor que nos imprimen nos recarga!
Este tema de los abrazos no es solo un asunto de espiritualidad. Los propios especialistas de la medicina aseguran que un abrazo puede curar.
Afirman que cuando alguien abraza de manera cálida a los demás hace que se liberen la serotonina y la dopamina. Esas son sustancias que están presentes en
las neuronas y que tienen en el cuerpo efectos relajantes.
Alegría de un abrazo
Por tal motivo, tanto los abrazados como los que abrazan experimentan una agradable sensación de bienestar, armonía y plenitud en el momento en el que se produce ese contacto íntimo.
Cuando hay esa liberación, la persona se siente bien y, por una singular reacción del cuerpo y de la mente, el abrazo hace que se superen temores.
Los abrazos también ayudan a bajar las intensidades de los dolores de cabeza, calman la ansiedad, disminuyen el estrés, contrarrestan la depresión y fortalecen la autoestima.
Otros doctores afirman que los abrazos destierran la idea de la soledad negativa y, como si fuera poco, le imprimen a cada quien un torrente eléctrico de amor que despierta simpatía hasta en el más amargado.
Esas personas que abrazan son recordadas por las huellas que dejan marcadas en nuestro corazón.
No exagero al decir que la vida nos sonreiría más si nos diéramos más abrazos de los habituales. No alcanza a imaginar la plenitud que usted mismo podría alcanzar si desplegara esta singular terapia.
Propóngase dar al menos cinco abrazos al día y podría empezar por sus seres queridos.
Eso haría que, en lugar de levantar barreras, les dé un libre tránsito a sus más bellas emociones.
Hágame caso y me cuenta cómo le va con la ‘abrazoterapia’.
Doy fe de que esa técnica nunca falla.
¡Le envío mil abrazos!
El abrazo, además se ser la principal demostración de afecto de una persona, tiene un efecto revitalizador y, por ende, sana almas.
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