La última vez que vimos a Katherine Vélez en la pantalla chica fue en su personaje de Carmenza Suárez, la dulce mamá de Gaviota en ‘Café con aroma de mujer’, remake que transmitió hace poco el canal RCN.
Su trabajo en televisión, sin embargo, comenzó desde 1994, cuando arrancó como toda actriz quisiera: con un protagónico en ‘Amanda, tortas y suspiros’.
A Katherine todo se lo ha dado esta profesión que no estaba realmente entre sus planes. Ella primero se pintaba en la música, luego como docente de idiomas y sí, en las tablas, pero no con las cámaras en frente.
La vida se encargó de llevarla y ya son más de 25 años con personajes que se han hecho amar por los colombianos, además de un esposo al que no cambia por nadie y uno de los mejores actores del país: Ernesto Benjumea.
Ahora Katherine se da el gusto de pasar de los sets a los teatros cotidianamente y en familia. Después del éxito de ‘Contussas’, ahora presenta ‘La invitación’, obra en la que participan, Andrés Estrada, su esposo Ernesto y su cuñada Marcela Bejumea.
Háblenos de ‘La invitación’
El humor es el camino para decir las cosas más terribles sin que los demás se ofendan y estos cuatro personajes empiezan con la formalidad típica de una comida.
Ellas son hermanas y la cena, con sus maridos, empieza muy amable con halago de lado a lado. Poco a poco alguien propone un juego con una regla sencilla: mirarse a los ojos cuando se dice algo, entonces ahí surge la premisa de la obra: Qué tanto hay que evadir los ojos del otro para mantener una relación.
¿Qué sigue?
En medio del juego ya no hay tanta simpatía, sale el sarcasmo y a destaparse verdades que todos conocían, pero que nadie decía. Tere, Alicia, Polo y Nacho son personajes un poco raros, pero si uno los mira, son perfectamente reconocibles para cualquier mayor de edad (risas).
¿La idea salió de una reunión familiar?
Hay otras obras que hemos escrito y han salido así, por ejemplo ‘Contussas’, que fue con Marce (Benjumea). Con ‘La invitación’ fue distinto porque es mía. Sentarme a pensar todo esto y partir de esta reflexión: qué tanto habrá que evadir los ojos del otro para mantener una relación de cualquier tipo.
Ha sido un proceso muy divertido; y más aún que el marido de Alicia, mi personaje, lo haga Ernesto, pues no deja de ser llamativo que Benjumea y Vélez se están insultando en público (risas).
¿Cómo puede verla la gente?
La gran virtud de estos nuevos medios es que también ayudan a formar nuevos públicos. Hay gente que no tiene la oportunidad de venir a Bogotá para verla, entonces la invitación es hacerlo por www.latiquetera.com.
Cuéntenos cómo fue ese arranque en la actuación…
Yo comencé estudiando música y tenía oído de latonero, creo (risas). Pero creo que me faltaba disciplina. Cuando entré a la escuela de teatro descubrí que podía tener disciplina para otras cosas.
Había terminado Lenguas, pero paralelamente estudié Arte Dramático. Yo sabía que me iba a encaminar por las artes o las humanidades, desde siempre lo supe.
¿Y cómo llegó esa primera oportunidad?
Yo busqué la actuación, no fue un encuentro fortuito. Fui y busqué la escuela de teatro.
Ya con los años puedo hacer estas confesiones: lo hice sin consultar en mi casa. Yo era la única que tenía clase desde las 7 a. m. hasta las 11 p. m., porque tenía que cumplir con los dos horarios. Fui, me presenté, hice las audiciones y entré a estudiar.
¿Cómo se dio esa llegada a la TV?
Primero hice teatro. Cuando decido dejar la docencia, en realidad no estaba en mis planes hacer televisión, solo hacer teatro.
No sé muy bien cómo pensaba vivir, pero estaba decidida (risas). Luis Fernando Orozco me vio en una obra, era amigo de mi compañera María Teresa López. Nos invitó a un cásting.
En realidad yo fui a acompañarla a ella, pero hice el cásting y me quedé con el personaje, que fue el de ‘Amanda, tortas y suspiros’, un protagónico.
Entrada por la puerta grande…
Total. Me pintaban ojeras, cuencas y líneas para que me viera un poquito mayor, porque Amanda era mamá de una niña de 14 años y no daban las cuentas, pero funcionó.
Ya han sido varios personajes de comedia…
Sí. ‘Amo de casa’ tenía bastantes tiros cómicos, ‘Hasta que la plata nos separe’, ‘Cartas de amor’… Es muy difícil hacer comedia medida, que no se pare en el chiste fácil. Se necesitan directores con muy buen ojo y buena medida.
Hacer reír puede que sea fácil, pero no desde lo sutil. Yo soy un público súper fácil, me río con todo; Ernesto no se ríe con casi nada. Pero lo único que tengo es criterio. A los actores nos encanta payasear, necesitamos un director que nos diga: “Naa, naaa, naaa”.
Hablando de Ernesto, son más de 20 años juntos…
Nosotros primero vivimos en concubinato (risas). Juntos 24 años, y casados, 21.
¿Cómo hacer que funcione con tantos matrimonios de cristal?
Con mucho trabajo. Yo creo que hay que poner puntos de blindaje, porque uno no se puede encerrar. Creo que el sentido del humor rescata casi todas las relaciones.
Creo que la persona con la que yo más me río en el planeta es Ernesto. ¡Es muy divertido y somos equipo! Él es un director tremendamente exigente, pero es súper respetuoso. ¡Es un tipazo!
¿A los hijos les ha picado por la actuación?
Ernesto tiene un hijito de un primer matrimonio. Hijo que yo agradezco: gracias por la tarea, por el avance (risas). Mateo, que ya tiene 28 años. ‘Anto’ (Antonia) cumple 20 y estudia dirección de cine.
Yo no sé si es por herencia o por aprendizaje. Seguramente mucho de herencia hay, pues el papá, la mamá, la tía, el abuelo… Pero creo que también es lo que ha vivido por años.
Ella nos acompañaba a hacer los montajes, a escribir las obras, entonces me imagino que hay alguna admiración de ella por el trabajo que hacemos.
¿Proyectos, algún emprendimiento?
Ay no, soy más burra para eso (risas). En serio yo quisiera tener talento para eso, pero ni siquiera sé si es un problema de talento, creo que es un problema de entusiasmo.
Yo creo que uno se tiene que apasionar, porque si le vas a dedicar los días, las mañanas y tardes a eso, pues tiene que gustarte mucho y hacerte feliz. Entonces mis grandes emprendimientos en la vida han estado cercanos a actuar: escribir y, de pronto, algún día me preparare para dirigir, pero todas mis ideas giran en torno a lo mismo: escribir para actores.
¿Se critica cuando se ve hace muchos años?
Casi no me miro. Me genera un poquito de angustia. Creo que hay una tara que tenemos todos los actores y es que quisiéramos que nuestros personajes se diferenciaran muchísimo unos de otros, pero a veces no es tan posible porque cuando eres mamá de varios hijos, estrato bajo o medio, sufrida… es decir, la historia no varía mucho, el personaje tampoco.
Pero seguramente tengo muchas observaciones para hacerle a la Katherine de hace 20 años; y en 10 años tendré muchas observaciones para la Katherine de hoy.
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